Alexis, el protector, es el nuevo nombre que se da el poeta tras los ritos de paso que se describen en su anterior obra Eidolon. Alexis regresa a la Ciudad -que no es ninguna en concreto sino el símbolo de todas- como el héroe de los mitos, advirtiéndonos contra los enemigos del Cuerpo: los que lo mutilan, alienan, explotan y destruyen. En esta obra, el sujeto poético es el centro desde el cual emana, a partir de su propia experiencia, una ética y una política que abren la posibilidad de una nueva polis, ya que aquello que principia como promesa surge precisamente de lo opuesto a lo que, por desgracia, todavía es fundación y asesinato.